Cuando caminas por las calles no es nada
raro que tropieces constantemente con individuos estrafalarios, raros,
llamativos y excéntricos que día tras días se sitúan entre nosotros, aprovechándose
del rojo de los semáforos, de los caminantes de las plazoletas, de los peatones
de las calles, de los trancones de las
avenidas. Su oficio comprende y encierra todo un arsenal artístico, un arduo
complejo y constante trabajo de adiestramiento, talento y compromiso. Para muchos son objeto de entretenimiento, otros de incomodidad o molestia y para unos cuantos de total y completa
indiferencia.
Todos y cada uno de ellos hacen parte del
“Streetcircus Bogotano”, una tendencia y
alternativa más que brinda nuestras
calles, un sostenimiento económico para los personajes que no logran encontrar
un trabajo, un estilo de vida basado en
el esparcimiento, una gratificación económica que funciona como aliciente o
estímulo a su talento, una forma más de sobrevivir a las voraces condiciones de
la capital, o simplemente una total convicción y amor por lo que hacen.
En Bogotá, se encuentran desde
malabaristas, lanzafuegos, acróbatas, motociclistas,
zanqueros, estatuas humanas, mimos y todo tipo de artistas circenses
callejeros, son personajes que al final de su función extienden su mano en
busca de un apoyo económico o
simplemente un gesto amable que los haga
sentirse satisfechos.
Consecuencia o no de la crisis, son parte
de nuestra cultura, de nuestra ciudad, de nuestra gente, todos son
representantes del arte popular, fenómeno o no, artistas o no, artífices o no,
detrás de cada personaje hay una
historia acompañada de un espectáculo diferente.